“Hoy no, me dije muchas veces… “el lunes empiezo” llevándome aquel tentador bocado a la boca… y ese lunes como otros tantos más no pude… creí que podría solo pero me di cuenta que necesitaba del grupo”- comentó Alfredo al presentarse aquella tarde.
“Hice las cosas bien… pero… no sé qué dirá la balanza” – murmuró Daniela mientras se subía temerosa a la balanza, cerrando sus ojos y apretando los puños, como si ese fuera el momento del juicio final, suplicando que la balanza le devuelva un resultado acorde a su esfuerzo.
“Yo venía bien, pero ayer a la tarde de pronto empecé a sentirme intranquila y picoteé… y me di cuenta que el alimento es como una especie de anestesia, con un efecto que dura poco… y cuando se va, vuelvo a enfrentarme en soledad conmigo misma… somos mi ansiedad y yo”- dijo Paula.
Y la siguiente en hablar fue Andrea: “Estoy a pocos kilos de mi peso objetivo y no es poco lo que llevo perdido en kilos y ganado en conocimiento. Me sigo sorprendiendo. Me di cuenta que este camino no es lineal, que a veces vuelven algunos de aquellos viejos patrones, que eso es parte de este camino, y cuando eso aparece, ya no me gusta lo que veo, no me gusta ver a esa Andrea, porque quiero otra cosa para mí y esto requiere esfuerzo, pero voy a seguir trabajando para ello”.
“Y yo… yo, me pasé durante días peleando con un budín. Sí… así como lo escuchan… un budín. Lo preparé para el cumpleaños de mi esposo, y allí quedó en una esquina de la mesada de la cocina. Durante tres días, sentí que aquel budín tenía una especie de imán que me atraía, aquel budín me hablaba… y me pasé luchando con eso”- resoplando, comentó Clara.
Y luego fue el turno de Laura, quien, con lágrimas en sus ojos y su voz quebrada, dijo: “Estos tiempos han sido duros para mí. Perdí a mi madre… no me animaba, recién ayer me animé a entrar a su casa. Estuve toda la tarde allí… y no me fue bien con la comida… comí emociones”.
Y siguió Camila: “Yo, encaminada… poniéndole mucha cabeza y mucho esfuerzo… y creo que logré reconciliarme conmigo misma, ya no estoy enojada como al principio. Vengo bien, ordenada… Adelgazar es cosa seria”.
“Yo vengo bien, me siento serena… tranquila. Todavía me falta un trecho para llegar a mi peso objetivo. Siento que en este tiempo aprendí mucho y sigo aprendiendo. Ahora puedo resolver mejor, tengo una buena caja de herramientas”- comentó Felisa.
Y fue así como aquella madeja de hilo que desde la coordinación tiramos a un integrante, fue tomada por éste y fue lanzada al siguiente compañero y así sucesivamente, continuó circulando.
Y mientras escucho estas historias y miro este ida y vuelta de la madeja y voy observando ese recorrido… escuchamos a Andrea decir: “Esto me emociona… me siento espejada un poco en todos y cada uno de ustedes. Estar en grupo para mi es cambiar de espejo, es dejar de verme sola para que otros me vean, me observen, me miren… es entonces, rearmarme con la mirada que otros me devuelven, llenarme de herramientas… quitarme la armadura”.
Es que… en cada enlace, en cada recorrido de la madeja, se comparten historias como estas, que tienen que ver con la singularidad de cada uno y en el trayecto, se tienden puentes, se hacen visibles los puntos de encuentro… y comienza a tejerse algo distinto, un nuevo camino, una especie de red, en base a un propósito común, el descenso de peso. Porque como decimos en el grupo frecuentemente: “se engorda en soledad pero se adelgaza en grupo”.
Y allí estamos integrantes y coordinadores sujetando esa red con firmeza, renovando el compromiso para que ningún tramo del recorrido de la madeja se suelte. Porque hay un hilo compartido, hay un hilo que une, hay historias, experiencias y caminos que se cruzan, pero también, hay una historia común que comienza a escribirse.
Y… cuando nos percatamos de que se ha formado esa red, ese dibujo, nos reconforta lo que vemos… porque ésta es la que contiene y sostiene a todos y cada uno de los integrantes, compañeros de camino… porque al contemplarla comprobamos a ciencia cierta que ya no estás solo, porque… habemus grupo.

Lic. Psic. Nikol Grimberg

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