La comida ultraprocesada viene con un tipo de azúcar denominada fructosa, más precisamente jarabe de maíz de alta fructosa. El azúcar está compuesto por glucosa y fructosa. El 80% de la glucosa es metabolizada por todos los órganos del cuerpo. La fructosa es lo que le da el sabor dulce a los productos. 100% es metabolizada a nivel hepático, su consumo en altas cantidades termina saturando el hígado (saturación o constipación mitocondrial) lo que lleva a mayor acumulo graso y mayor enfermedad.
Este tipo de comida provoca en el organismo cada vez que es ingerida un pico de insulina para poder metabolizar esa enorme cantidad de azúcar que ingreso al organismo. Con el tiempo esto lleva a una hiperinsulinemia, que puede derivar en una insulinorresistencia y posterior desarrollo de una diabetes tipo 2. Esta hiperinsulinemia va a determinar aparte de una insulinorresistencia, el desarrollo de un aumento de los lípidos en sangre y el desarrollo de sobrepeso u obesidad. Si seguimos alimentándonos mal y la obesidad no es controlada, el organismo entra en un estado inflamatorio crónico que aumentara el riesgo de padecer diabetes tipo 2 como dijimos, hipertensión arterial, infarto de miocardio, distintos tipos de cáncer, hígado graso y demencia.
¿Ahora, de que nos tenemos que ocupar? ¿De los kilos? Los kilos son el síntoma más evidente de esta enfermedad llamada obesidad, es la resultante de todo lo anteriormente mencionado. De lo que nos tenemos que ocupar es de lo que genero todo esto y ahí volvamos al inicio.
Nos tenemos que ocupar de lo que comemos y como lo comemos.
¿De qué manera? Ocupándonos de:
1) Calidad de los alimentos ingeridos, eliminando los tóxicos y sustancias adictivas de nuestra dieta. Vayamos a lo simple, no miremos etiquetas, ni tablas calóricas. Vayamos por aquellos alimentos que no tienen etiquetas.
2) Modificando nuestra conducta alimentaria, como comemos. Vayamos a una alimentación más consciente. Estar presente en cada momento que tenemos para comer. Estar presente significa tomarme mi tiempo, darle el tiempo necesario a mi organismo para que la señal de saciedad llegue, no distraerme con otras cosas, simplemente ser consciente que alimentarme es un acto sagrado.
3) Del entorno social en el cual nos movemos, muchas veces comemos porque otros comen, porque simplemente hay, porque otro me insiste en que lo haga, porque queda mal decir que no. Rodearnos de personas que me ayuden en mi proceso de cambio es pilar fundamental de tu proceso de recuperación.
Por lo tanto, animate a cambiar. Sos lo que comes, los alimentos que ingieras determinaran o un estado de salud o un estado de enfermedad. El apostar a una mejor calidad de vida depende de vos. Por más que haya disponibilidad de comida ultraprocesada como nunca antes en la historia de la humanidad, sigue dependiendo de cada uno de nosotros el saber elegir que si y que no.
Proba, empeza a cambiar, hacerlo no es sencillo, pero intenta hacer lo mejor posible día a día. No te vas a arrepentir.
DR. SERGIO BREITFELD
sergio@drbreitfeld.com