Los azúcares simples, o de rápida absorción, se encuentran naturalmente en algunos alimentos, como la fructosa de las frutas y la lactosa de la leche. Estos alimentos naturales son también ricos en otros nutrientes y su aporte en azúcares simples está justificado.
El problema radica en el consumo que hacemos de otros tipos de azúcar, bien porque los añadimos voluntariamente, como en el caso del azúcar de mesa o la miel, o bien porque se ha agregado en la elaboración de alimentos procesados como galletas, golosinas, chocolates, gelatinas o productos de pastelería.
La alimentación alta en azúcares simples, con alimentos que aportan una cantidad importante de energía, pero muy pocos nutrientes o ninguno, es la principal responsable de los índices tan elevados de obesidad, diabetes tipo 2 ,enfermedades cardíacas y otros problemas crónicos de salud relacionados con la resistencia a la insulina.
Los azúcares añadidos son perjudiciales, y están presentes en prácticamente todos los alimentos procesados, generalmente en forma de jarabe de maíz de alta fructosa.
De acuerdo con SugarScience.org, los azúcares añadidos se esconden en el 74% de los alimentos procesados, bajo más de 60 nombres diferentes.
Muchas personas simplemente ignoran la cantidad de azúcar que consumen. Los azúcares añadidos a menudo se ocultan bajo nombres menos familiares, por ejemplo, dextrosa, maltosa, galactosa, jarabe de maíz de alta fructosa y maltodextrina.
Investigaciones recientes han demostrado que eliminar los azúcares añadidos puede mejorar los biomarcadores relacionados con la salud.
Las recomendaciones recientes sugieren reducir el consumo de azúcar agregado a menos de un 10% de las calorías diarias consumidas, para una dieta basada en 2000 Kcal por día
Las industrias de alimentos y bebidas han luchado para restarle importancia a los peligros para la salud derivados de el alto consumo de azúcares refinados. Sin embargo, las bebidas azucaradas son una de las fuentes más comunes de azúcar agregada, según advierten declaraciones científicas de médicos cardiólogos pertenecientes a la Asociación Americana del Corazón.
Si se quiere proteger la salud de las futuras generaciones, se debe restringir el consumo de azúcar que se agrega a los alimentos, fundamentalmente en niños y jóvenes.
Para ello, lo primero es eliminar dicho producto de la dieta hasta los 2 años de edad. A partir de ese momento, y hasta los 18 años, lo ideal es que el consumo de azúcar no exceda las 6 cucharaditas diarias, equivalentes a 25 gramos o 100 calorías, según la Asociación Americana del Corazón. El comer mucha azúcar en la infancia se asocia al desarrollo de factores de riesgo de enfermedades cardíacas, mayor obesidad, presión arterial aumentada y dislipemias.
Por otra parte, se ha demostrado que la fructosa influye en la leptina, hormona responsable de controlar la sensación de hambre, El consumo elevado y crónico de fructosa genera resistencia a la leptina, lo que contribuye a la pérdida de control sobre la sensación de hambre.
Las comidas ricas en azúcares también son generalmente ricas en calorías, pero tienen poca capacidad de saciar, por lo que contribuyen con el aumento de peso excesivo.
El azúcar y sus derivados son alimentos incompletos que deben restringirse a favor de otros que aporten nutrientes tales como hidratos de carbono complejos, vitaminas, minerales, proteínas y fibra que posibiliten el buen funcionamiento del organismo.
Más allá de las calorías, es preciso cuidar el consumo de azúcares añadidos si queremos beneficiar nuestra salud con una alimentación adecuada.
Lic.Nut.Ianna Lakierovich